¡Qué duende ni duende!




Así sentenció el de la cultura en la sangre, Manuel Torre, tras escuchar el Nocturno del Generalife de Manuel de Falla: "todo lo que tiene sonidos negros tiene duende". Y es que desde hace tiempo para pronunciar la palabra duende hay que cerrar la boca y dejarla chiquetita chiquetita porque muchos sabelotodos han denostado el término hasta casi la extinción del mismo en los textos flamencos, como ocurre con Pureza, Gitano(no soy sospechoso de gitanofilia) y toda una terminología bajo la cuál, también es cierto, se refugió mucho engañavieja del cante jondo.

Al revisar la "Teoría del juego y el duende" de Federico García Lorca que conferenció en Buenos Aires el año 1933, disfruto y gozo con los razonamientos del poeta granadino casi lo mismo que con su erudita prosa.



Lorca diferenciaba al duende del ángel y la musa, ambos provenientes de fuera del artista, uno que alumbraba y otra que guiaba, pero el duende llegaba de dentro de la sangre, la lucha era con uno mismo:

Una vez, la "cantaora" andaluza Pastora Pavón, La Niña de los Peines, sombrío genio hispánico, equivalente en capacidad de fantasía a Goya o a Rafael el Gallo, cantaba en una tabernilla de Cádiz. Jugaba con su voz de sombra, con su voz de estaño fundido, con su voz cubierta de musgo, y se la enredaba en la cabellera o la mojaba en manzanilla o la perdía por unos jarales oscuros y lejanísimos. Pero nada; era inútil. Los oyentes permanecían callados.
...
...

La Niña de los Peines tuvo que desgarrar su voz porque sabía que la estaba oyendo gente exquisita que no pedía formas, sino tuétano de formas, música pura con el cuerpo sucinto para poder mantenerse en el aire. Se tuvo que empobrecer de facultades y de seguridades; es decir, tuvo que alejar a su musa y quedarse desamparada, que su duende viniera y se dignara luchar a brazo partido. ¡Y cómo cantó! Su voz ya no jugaba, su voz era un chorro de sangre digna por su dolor y su sinceridad, y se abría como una mano de diez dedos por los pies clavados, pero llenos de borrasca, de un Cristo de Juan de Juni.




El que no sepa estinguí sacará conclusiones banas y erróneas como que para que llegue el duende hay que cantar mal y sonar feo, pero el amante del arte comprende que desaprender forma parte de la creación, que con la medida, el conocimiento y la técnica no basta para crear ni emocionar y sólo con el abandono para buscar en lo profundo del ser, en la lucha contra uno mismo para encontrar un camino nuevo, el de siempre pero nuevo, está el duende verde y escurridizo. No es un acto racional, consiente ni lógico.



Si alguna vez tienes la mala fortuna de estar presente en la aparición del endemoniado duende quedas preso por siempre de su influencia y pasas la vida en su busca en cada recital, en cada reunión de cabales, en cada desplante, en cada trémolo, con la capacidad de discernir el embuste flamenco de la esencia, de la obra completa y definitiva, por desgracia casi siempre esquiva.

Nota importante: Para desamprender antes hay que haber aprendido (condición sine qua nom)

Os dejo un enlace con la conferencia completa de Federico García Lorca, "Teoría del juego y el duende":
http://www.biblioteca.org.ar/libros/1888.pdf

1 comentario:

  1. ¡El duende! del que dijo Goethe:

    "Poder misterioso que todos sienten y ningún filósofo explica"

    ¡Cómo lo vamos a explicar nosostros!

    Un saludo con duende.

    ResponderEliminar