Gaspar, gloria de Utrera



Gaspar Fernández Fernández (1932-2008), sobrino de Perrate, y por tanto, primo de los hijos de la Perrata, Juan Peña "El Lebrijano", Pedro Peña y Tere Peña, está considerado por gran parte de la afición como un cantaor de culto, expresión que se utiliza cuando la admiración y respeto que se le rinde a una persona lo hacen comparable a un ser divino o sagrado.

En cierta manera es así, aunque Gaspar nunca fue un cantaor de masas, o comercial como se definen ahora, de algún modo por propia voluntad del artista, los aficionados que gustan del de Utrera, lo veneran y adoran como un dios flamenco.

Niño prodigio, desde el matadero se lanzó a recorrer el mundo con la compañía juvenil "Ases" que encabezaba Naranjito el de Triana, se asentaría en el Madrid de los 50 para cantar en los tablaos de moda, El Duende, Los canasteros o El Corral de la Morería. De los tiempos de la Alameda se le quedó "la voz partía del hambre", y aunque trabajó para el baile con Pilar López o Carmen Amaya, su tierra tiraba de su cuerpo más que los dineros que el maldito parné.


El pequeño hombre que posa junto a Juan Talega y encima de Melchor era poseedor de una de las voces más grandes del universo flamenco.


En Utrera buscaba la fiesta, los amigos y el cante de reunión, que casaban con su personalidad bohemia y rebelde según expresan los que lo conocieron.

Su cante era valiente, emocional con gran capacidad de trasmisión, el metal de su voz inconfundible y bien ajustada al ritmo, en metro y medio de persona se encerraban los ecos de un pueblo, de una historia. Metales rancios y bravíos, "purasangre" etéreo de sonidos que estremecen las columnas del sentir flamenco.

Pedía el primer billete de avión para Utrera en el momento que sentía que no estaba en su sitio, así se encontrara en Francia, América o Madrid, ahora los aficionados al cante grande sabemos cuál es tu sitio, y te tenemos el billete guardado, en primera para la gloria, la gloria de los flamencos.

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