El infierno flamenco


Casi completo se hallaba, la noche del jueves, el teatro Lope de Vega para presenciar una visión flamenca de La divina comedia de Dantes.
Concretamente el espectáculo se basa en la primera parte de esta obra maestra de la literatura italiana, el descenso al infierno de Virgilio, representado ora por Arcángel ora por Fernando Romero, acompañado de Virgilio, Miguel Ortega al cante o José Antonio al baile.
Con un austero vestuario y jugando con la perspectiva en el escenario, se escucha el cante por soleá de Triana en la media voz templada del Arcángel que pasa a la seguiriya del Planeta sin acompañamiento y con letras siempre metafóricas, elegidas con mucho acierto, situando al espectador en la trama.
Fernando Romero proyecta su figura de forma animal hacía las butacas, con una coreografía esencialmente contemporánea aderezada de clásico y flamenco con música de violín, vientos o metales pero sin ritmo definido.
Miguel Ortega y Arcángel conversan mediante el cante por bamberas y serranas. El baile de José Antonio le dio empaque a la escena, un infierno flamenco e imaginario cargado de drama y tragedia, y donde se representan los cantaores clásicos de la historia, a través de grabaciones. La guitarra de Diego del Gastor y el cante por bulerías del Perrate para que los bailaores interpreten una hipérbole del baile tradicional o las cantiñas de Bernarda. De nuevo, Arcángel por liviana y Miguel Ortega por soleá, cantaor que debió tener más protagonismo, ya que esta lámpara minera brilla a razón de los metales de su voz, de nuevo seguiriyas. De pronto, la voz majestuosa de Mairena anunciando la pérdida del fondo de la solera del cante gitano, no sé sí como crítica o como elogio por cumplirse lo que vaticinaba, por cierto, no encontraron algún cante del maestro para regalarnos, cosa que sí ocurrió, tras las marianas y el Piyayo de Miguel, con Caracol, por soleá en memoria de los Pavón y tangos, para dar paso a la seguiriya de Vallejo y la soleá de Noriega en la estremecedora voz de El Carbonerillo. Y todavía quedaban, sevillanas bíblicas, cantes de ida y vuelta y el garrotín, para que por último Fernando interprete con fondo metálico su camino al purgatorio. Interesante representación pero con los duendes de “juerga” general llegué a la conclusión que, para cante el “D-antes”.

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