Pedro Cintas y Rubito Hijo triunfan en Montellano.




Con algunos días de retraso os traigo la crónica de lo sucedido el pasado sábado en el XXXII Festival de flamenco de Montellano.
El auditorio municipal albergó a un numeroso público ansioso por disfrutar de los artistas jóvenes no consagrados de nuestro mundo flamenco. Lo agradable de la noche invitaba a dejarse llevar por los sonidos de la música jonda, mucho más, teniendo en cuenta que los festivales veraniegos languidecen a marchas forzadas, entre las excusas económicas y aburrimiento colectivo propuestos por los programadores políticos.



Es curioso observar como los cantaores más nuevos interpretan el cante más clásico, como si la juventud encontrara en lo tradicional un refugio ante tanta confusión.
Los ecos de Tomás Pavón se adivinaban tras la inexperta voz de Carlos el de Maruchi, encargado de abrir la noche, un aficionado polivalente ya que más tarde se sentaría en el escenario en su faceta como guitarrista de acompañamiento.
Le siguió la almeriense, Toñi Fernández, que con algunos problemas con el sonido no terminó de mostrar la raza que atesora aunque dejó constancia de su precioso metal de voz.



La primera parte la cerró Manuel Jesús "Niño de Gines", un chaval de tan sólo 19 años y con una enorme proyección, ya que está dotado de facultades musicales que con la solera que da el tiempo madurarán para convertirse en un enorme cantaor.

Antes de unos minutos para el descanso y la tertulia se hizo el acto homenaje al pintor local Jorge Gallego, un excelente artista que encuadrado en la estética hiperrealista está consiguiendo crear corrientes de opinión con su trabajo, en boca de Juan Mena, Presidente de la Peña el Madroñero organizadora del festival, Jorge era la personalización de todas una generación de jóvenes montellaneros que están destacando en las distintas facetas artísticas y científicas en nuestra sociedad.
Se reanudó el festival con la entrega del Madroño Flamenco, galardón que año tras año pone en liza la peña flamenca y que en esta edición recaía en la figura de Antonio de Patrocinio Hijo por una trayectoria en el mundo de la sonanta que adivina el magnífico futuro de la guitarra cordobesa. 25 años tiene de historia este premio, motivo por el cuál y fuera de programa, el escultor autor de la estatuilla, Don Jesús Gavira, quiso agradecer la labor inestimable que en favor del flamenco lleva a cabo Juan Mena haciéndole entrega del original Madroño aquella primera estatua en barro que ha servido para la fundición de las 25 galardones entregados.



Se reanudó el festival con el baile por seguiriyas de María Távora dejando entrever las enormes cualidades interpretativas de esta jovencísima bailaora sevillana.
Quedaba lo mejor. Pedro Cintas, el cantaor extremeño, se echó la carga de dar categoría flamenca a la noche pancipelá y lo consiguió. Acompañado al toque por Antonio de Patrocinio se gustó por alegrías apoyado en el compás de los suyos, y le rezó al mundo por seguiriyas con un esfuerzo tal que afrontó con cuidado pero con gusto el resto de su actuación, un popurrí de bulerías en los que se acordó de toda la geografía andaluza.



Y para cerrar otro pedazo de cantaor, Rubito Hijo acompañado por el pontanés, Antonio Cáceres. Dedicó su cante por soleá y seguiriyas a la Casa del Arte Flamenco Antonio Mairena que se había desplazado al coso montellanero, aunque se creció en una magnífica ronda de fandangos y en el cante por bulerías, cuplé incluido, que levantó al respetuoso público de sus asientos, que se marchó a casa con el gusto de la cultura flamenca en los labios y con la sensación de haber pasado un gran noche jonda.



Muchos conocidos entre el público como la dramaturga y política, Pilar Távora o el presidente de la federación de peñas sevillanas, José María Segovia.
En definitiva buena organización y artistas entregados para un público que supo estar y escuchar con devoción a una nueva generación de flamencos que, por lo visto, tiene muchas cosas que decir.

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