Las circunstancias de uno, a la hora de escuchar el cante, como todo lo que tiene que ver con el espíritu, influyen en tu forma de interiorizarlo. De todos es sabido, que el flamenco de reunión, en el que uno forma parte directa y activa de ese acto, aunque sea diciendo un ole en su tiempo, suele reconfortar mucho más que escucharlo enlatado en tu casa o en directo, sentado en una cómoda butaca de uno de los buenos teatros con los que, afortunadamente, cuenta nuestra tierra.
Pero, en contadas ocasiones, la grabadora es capaz de captar toda la emoción y sentimiento que un artista deja escapar por su garganta, y dejarla impresa en el microsurco, la cera o digitalmente. Entonces ocurre que no importa cuántas veces lo escuches, donde ni con quién. Esa voz, esa música te tiene ganada la partida y consigue quebrarte la voz y hacerte sentir como un escalofrío por la nuca poniéndote firmes los vellos de esa zona.
En el caso siguiente, es curioso, pero el mismo fandango, el mismo estilo y la misma letra, ha pasado a la historia por estar dos veces grabado de una forma magistral mostrando toda su carga emocional, todo su corazón, su visceralidad, con una diferencia entre ambos de más de 50 años.
Uno, el creador, al menos de la letra y pienso que también del estilo, El Carbonerillo, grabado con la guitarra de Niño Ricardo en 1929. Aquí se puede sentir el dolor y lástima del cantaor que se duele de pena de forma tangible.
El otro, Calixto Sánchez, un gran maestro flamenco, versiona el fandango del desgraciado cantaor de la Macarena, perfeccionando la estructura musical de dicho cante e interpretándolo de una forma magistral en un tono increíble y llegando a la verdad del cante a través del medio, que no es más que su portentosa voz natural, acompañado por Bacán que compartió al ganador del primer giraldillo con otra enorme guitarra Juan Habichuela.
“La pena grande” es el título del fandangazo protagonista, un monumento a la música y al flamenco.
Ambos cantes os lo dejo para escuchar y a ver si tengo o no razón.
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