Miles de megas ha derramado el 20 aniversario de José Monge Cruz, Camarón de la Isla. Al gitano rubio de San Fernando le salen amigos hasta debajo de las fraguas roneando de los innumerables momentos que vivieron juntos. Otros inventan la historia del flamenco y la propia biografía del gaditano, entre corta y pega, con bailes de fechas, cifras e hitos artísticos.
En 1980 las peñas flamencas de toda Andalucía votaron a los cantaores más importantes para la disputa del primer Giraldillo del cante y Camarón quedó por detrás de Fosforito, José Meneses, Curro Malena, El Lebrijano, Luis de Córdoba, José de la Tomasa o Calixto Sánchez y hasta mediados de los 80 el caché de éste para los festivales estaba por debajo de la mayoría de los nombrados anteriormente (J. A. Pulpón el todopoderoso agente tenía la costumbre de poner los precios de los artistas en su anuncios en prensa)
Sería a partir de esta fecha y hasta su muerte cuando Camarón se erija como un ídolo de masas, capaz de llenar estadios deportivos y auditorios por todo el mundo y sobre todo tras su muerte cuando su figura alcanzaría unas cotas de popularidad impensables para una figura del arte jondo. Sus maneras cantaoras llegarían a millones de melómanos que poco o nada sabían de esta música sirviendo de puente para iniciar a muchos aficionados.
Este fue mi caso, aunque los duendes llevaban tiempo acechándome, sería camarón quien me inoculara el veneno de lo jondo, sin compasión. Aquellas tandas de bulerías con voz desgarrada… Samara, Y fue elegida por los moros, Ay luna que brilla en los mares los mares profundos, Voy siguiendo una a una las estrellas de los cielos entre rojas y amarillas…ufff… estaban hecha de emoción pura, un sentimiento musicado en clave flamenca que además sonaba por doquier. Pero esa indescriptible atracción hizo que pronto descubriera las joyas que guardaba entre las entretelas de su discografía, su etapa con Paco de Lucía y sus exploraciones musicales ya con Tomatito, de la más clásica a la más heterodoxa, desde Soy caminante a Castillo de arena, de Rosa María a Como el Agua, o de La leyenda del tiempo a Soy gitano. Una extensa discografía a la espera de un estudio estilístico minucioso que ponga en el sitio que merece al genio gitano.
La extrema afinación, el dominio del compás y su personalidad artística son algunas de las cualidades que todos atribuimos a Camarón pero poco se habla de su contribución estética en estilos como los cantes de levante, espacio flamenco donde más y mejor se expresó. Su revolución con el tango, palo al que dotó de hondura y flamenquería alejándolo de su carácter alegre y festivo para quejarse de extremo dolor y placer , un quejío de José por tango acarrea más tragedia que cualquier seguiriya de cualquier seguiriyero, estilo que Camarón sin embargo dulcificaba hasta el éxtasis.
A José Monge Cruz le falta estudio (a su obra, no al mito ni al personaje) y le sobran moscas. Mucho camaronero de melena y pendiente pero que no inciden más que en su sonido último, nadie imita al Camarón de los 60 y 70, de fandangos estilizados y soleares ligadas para la eternidad, de increíbles tarantas y acompasados tientos, de sabrosas alegrías y de aquella afinada canastera sino que buscan el grito continuo para desgañitarse en desafines imposibles.
Camarón fue mucho más que La leyenda del tiempo (obra maestra) y su adicción, más que los bajos eléctricos que los violines que los tatuajes que tomatito que Paco que Pachón…era un intérprete maravilloso, un aficionado sublime, un artista irrepetible, un flamenco integral, un genio de los sonidos enduendados y un músico universal. Por suerte y a pesar de todo, a José siempre le sigue (y le seguirá) una estrella chiquetita…chiquetita pero firme.
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Un genio. Por siempre Camarón!!!
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