Recuerdo flamenco a Miguel Hernández
¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz!
Así se refería Pablo Neruda a la memoria del poeta Miguel Hernández, que naciera en Orihuela precisamente hace 100 años.
En Trabilitran ponemos nuestro grano de arena en esta tarea rememorativa al cabrero más sensible que nunca tuvo la poesía nacional. Como además, al poeta le han cantado en clave flamenca, Enrique Morente o Manuel Gerena, entre otros, los aficionados al arte jondo nos vemos en la obligación de recordarlo, estudiarlo y principalmente disfrutarlo.
Y estando en estas lides, descubro que Miguel Hernández escribió, antes de Perito de lunas, su primera obra publicada, una serie de poemas en flamenco, que posteriormente verían la luz en 1959 pero que creara 30 años antes en su Orihuela natal, en el Bar España junto al Novedades de verano, y a petición de un cantaor con repertorio agotado. Miguel escribió a "Niño de Fernán Nuñez" con el lenguaje y recursos propios de la poesía popular y flamenca, en mayoría quintillas, estrofas propias de los cantes levantinos, aunque recurre también a lo que en la historia se le llamaron solearillas o soleares de tres versos. A gozar como el que subscribe.
1.- Que yo no sé qué me pasa:
si te quiero o no te quiero,
si tu casa no es tu casa,
si hiela un querer o abrasa,
si me matas o me muero.
2.- Las olas del mar salino,
las penas de mis pesares,
una se fue y otra vino.
3.- Que en la taberna murió
nadie diga a su vecino
que en la taberna murió,
un querer que enterré yo
dentro de un vaso de vino.
4.- Pena que pena serena,
pena, penilla la mía
de retama y hierbabuena,
que en cuanto te veo, morena,
que en cuanto te veo, morena,
mi pena se hace alegría.
5.- Como luceros y arena,
te doy un beso si dices
el número de mis penas.
6.- Soledad, ¡qué sólo estoy!
conmigo y en tu compaña
ayer, mañana y hoy,
de ti vengo y a ti voy
en una jaca castaña.
7.- Las fatigas de la muerte
me dan a mí, que no a otro,
cuando salgo al campo a verte
con mi negra, negra suerte
en mi negro, negro potro.
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Querido amigo,
ResponderEliminarme uno a este merecido homenaje a uno de los poetas que mejor ha sabido entender la capacidad de transmisión, riqueza y fuerza de las coplas flamencas.
"Las olas del mar salino,
las penas de mis pesares,
una se fue y otra vino."
Es impresionante, cómo se puede decir tanto con algo más de una docena de palabras.
Gracias por rescatar estos versos. Un abrazo:
JM Castillo
Ahí radica la dificultad para escribir este tipo de poesía, precisamente en decirlo todo con casi nada. En este aspecto, ya sabes que el pueblo es el verdadero maestro.
ResponderEliminarUn abrazo