De los sentimientos del mundo.




Eran como cientos de actores secundarios deambulando de aquí para allá. Hacía bastante rato que en la 42 con la quinta no entraba la luz del sol y paseábamos del brazo tras cenar en una especie de decorado con las formas de un restaurante de cualquier película de Meg Ryan, de esas que pasan los sábados por la tarde.
Mientras planteábamos el resto de nuestras vidas con la ignorancia del que no ha vivido nos topamos con el trágico grito de la desesperación.
Un señor apretaba el brazo de un chaval de unos 14 años mientras con la cara desencajada, como pintada por Picasso, vociferaba un nombre americano, Bryant. Se giraba a cada metro, corría y se detenía al momento sin saber a qué dirección debía dirigir el sonido de Bryant. No había que tener gabardina para deducir que buscaba a otro niño, quizás el hermano menor de aquel que agarraba con fuerza del brazo y que parecía un muñeco de trapo asustado. El miedo nervioso se desprendía en cada grito, pero los secundarios, que créanme parecía personas, no se detenían en su papel de peatones enchaquetados mientras seguían sorbiendo de esos vasos enormes de “Starckbucks”. La angustia de aquel señor no influía en todo el escenario neoyorquino, nadie se asomaba a la puerta, ninguno se detuvo a preguntar, ni siquiera volvía sus caras.
En uno de los cientos de cantillos de la gran manzana, tomó la dirección que su instinto le ordenó, jugándosela, y se perdió entre los rascacielos mientras nos dejaba el pecho apretado, como esos pollos que venden al vacío, sin poder inspirar.
Pasado unos días, ya en mi cateto pueblo de gente que miran a la gente, donde el edificio más alto sigue siendo el campanario de la iglesia mayor, escuchaba a compás de tientos una vieja letra que se convirtió en los versos más modernos jamás escritos:

Mentira me parecía
Por las calles daba voces
Y nadie me respondía.


4 comentarios:

  1. Bonita y sentida entrada, Pedro. Cuantos quisieran esa paz y humanidad de "tu cateto pueblo".
    Un abrazo

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  2. Muy bueno Pedro!!!
    Nada mas lejano de la realidad. Nueva York es muy inhumana, tanto que da miedo.
    Yo tambien echo mucho de menos el campanario de la iglesia de mi pueblo.
    Un abrazo,
    Jose Javier

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  3. Gracias amiga bloguera, deberíamos replantearnos las acepciones del término cateto, no crees?

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  4. La oferta social de los grandes imperios no incluyen campanarios. Por nuestra parte sería conveniente no perder de vista este símbolo de valores.
    Un saludo, Javier.

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