Festival de Cante Jondo Antonio Mairena, el arte de saber escuchar.



Artículo escrito y publicado por la revista Sevilla Flamenca nº 116.

“Y, ¡qué público, señores, tan maravilloso! ¡Como saben escuchar! Nunca una palabra de más…lo que más impresiona de este público es ese momento cuando en el cante se produce la trasmisión emocional entre cantaor y oyente, siempre en el momento justo, estalla en un ¡¡ole!!, seco y a una sola voz, siendo de la misma forma cortado en una maravillosa sincronización.”

Para muestra un botón. Este artículo que escribiera en 1968 Salvador Moya Zapata para el diario Jaén, es una de las cientos de referencias escritas en la prensa nacional que recogen el verdadero espíritu del festival mairenero, que tiene como gran protagonista a la afición que allí se reúne.

Precisamente se cumplen 50 años del festival mairenero, uno de los eventos flamencos más influyentes del pasado medio siglo. En este pueblo se modeló la estética, además de la ética, de nuestro arte durante varias décadas, y se convirtió en ejemplo de organización para muchos de los históricos festivales bajo-andaluces. En él participaron numerosas personalidades de la cultura; pintores, escritores, poetas, escultores y por supuesto, una de las mejores generaciones de artistas flamencos de la convulsa y olvidadiza historia jonda.

El Festival de cante jondo suponía, más allá de una noche-espectáculo del mejor flamenco, una comunión entre el arte y la sociedad, la materialización de esa búsqueda de la identidad cultural de todo un pueblo, el andaluz, estando desprovisto en sus inicios de cualquier pretensión turística o mercantil.



Este motivo y la fama que precedía al, llamado por primera vez en su V edición de 1967, Festival de Cante Jondo Antonio Mairena, habían cruzado las fronteras españolas, y en las oficinas parisinas de la UNESCO se hablaba de una música que merecía estudiarse y que se daba en su mejor expresión en el pueblo sevillano de Mairena, hasta donde viajaron en busca de la esencia jonda. El flamenco empezaba a recorrer el camino cultural que ya nunca abandonará por atajos folclóricos ni senderos populares. 43 años más tarde, este organismo declarará Patrimonio Inmaterial Cultural de la Humanidad al flamenco.

Cantera inagotable de primeras figuras, presume de ser la cuna artística de cantaores como Camarón de la Isla, Calixto Sánchez, Curro Malena, José de la Tomasa o Diego Clavel, entre otros, poniendo de relieve la importancia de su Concurso Nacional de Cante Jondo, origen mismo del Festival e íntimamente relacionado con éste.
Desde sus comienzos se estructuró con la seriedad y gravedad con la que se vive el cante en este pueblo, y para recuerdo de muchos flamencólogos, en él participaron artistas de todas las corrientes del momento, albergando todo tipo de lenguajes expresivos en las voces de Enrique Morente, Lole y Manuel, Pansequito o Turronero como los más alejados de la estética mairenista, Chocolate, Perrate, Fernanda, Bernarda, Talega, Agujetas, Terremoto, La Paquera o La Perla, en la concepción más gitanista, Fosforito, José Meneses, Lebrijano, Diego Clavel o Miguel Vargas como la continuadora, o aquellos intérpretes chaconianos de la talla de Naranjito de Triana o Luis Caballero.

Mientras Paco de Lucía o Manolo Sanlúcar mostraban con sus solos de guitarra los nuevos caminos de la música jonda, y con el sonido enjundiado de Melchor de Marchena siempre presente, dibujaban obras maestras en el aire Matilde Coral, Trini España, Mario Maya, El Güito o Pepa Montes.



Y Mairena sigue apostando por los grandes del flamenco, así José Mercé, Carmen Linares, Aurora Vargas, Miguel Poveda, El Pipa, Esperanza Fernández o La Macanita protagonizan septiembre tras septiembre una noche mágica entre el Castillo de Luna y la fuente de Alconchel, la cita ineludible con la cultura jonda del arte flamenco en la Casa Palacio de los Duques de Arcos.

Sin ninguna duda, los festivales significaron la puesta en escena de una forma de entender el cante, el formato ideológico de una etapa del flamenco, denominada por muchos como de renacimiento o neoclásica.

Este periodo lo capitaneó Antonio Mairena, precursor de la mayoría de los festivales históricos como el Potaje de Utrera, La Reunión de Cazalla o el Gazpacho de Morón y verdadero “Alma Mater” del festival mairenero. Su imantada personalidad contagió a todo un pueblo y toda una legión de seguidores que acudían a Mairena como a la Meca del cante.

Su legado perdura entre la afición culta y cabal, esa afición que sigue sabiendo cuando decir ole. Ole al sentimiento cantado, ole a la tragedia sonora, ole a la emoción vivida y ole al ole en su sitio. Ole, Mairena.


Pedro Madroñal.

1 comentario:

  1. Varios veranos, entre 1974 y 1980, acudí yo a esa Meca del Cante. Pienso que aquello era otra cosa, difícil de imaginar hoy por hoy.

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